Este domingo, el pastor Miguel Núñez continuó la serie “Hasta los confines de la tierra” con el sermón basado en Hechos 14:1-21, “La Idolatría del Hombre”.
La idolatría es cualquier cosa, pensamiento, idea, o persona que desplaza Dios a un segundo lugar para confiar en aquello que ponemos en el primer lugar. Eso fue exactamente lo que Adán y Eva hicieron en el jardín del Edén: lo que la serpiente les comunicó fue más confiable para ellos que lo que Dios ya había revelado. Allí surgió el primer ídolo del hombre y desde entonces hemos estado construyendo ídolos en nuestros corazones de diferentes formas, tamaños, esplendores y funcionalidades. Mientras más necesitamos la aprobación de los hombres, mayor será el número de ídolos en quienes encontraremos identificación.
El libro de los Hechos tiene un patrón recurrente que aparece en el pasaje de hoy. En Icono, al igual que en otras ciudades hubo predicación seguido de división. Luego confirmación del Señor con señales y prodigios, seguido de persecución y finalizando con la expansión del evangelio. Evidentemente, la predicación apostólica fue altamente efectiva. El Espíritu de Dios continuaba con Pablo y Bernabé ya que ellos hablaron de tal manera que una gran multitud, tanto de judíos como griegos, creyó (Hechos 14:1). Pero la predicación de la Palabra no siempre cae en terreno fértil. Hechos 14:2 dice que hubo un grupo de judíos que no creyeron entonces llenaron de odio los ánimos de los gentiles contra los Pablo y Bernabé.
En toda predicación o evangelización existe una división entre los que creyeron y los que no; así ocurrió en Icono (Hechos 14:4). Es interesante notar que en esa época judíos y gentiles normalmente no tenían trato el uno con el otro. Sin embargo, a la hora de hacer oposición, se juntaron tal como ocurrió en el juicio contra Cristo. Pero a pesar de esta división y del odio contra ellos, el texto nos dice que Pablo y Bernabé “se quedaron allí mucho tiempo hablando la palabra valientemente confiados en el Señor” y que Dios confirmaba la Palabra de Su gracia, concediendo que se hicieran señales y prodigios por medio de sus manos (Hechos 14:3).
Si hay algo que vemos en la vida de los apóstoles es que un verdadero ministro de Dios está dispuesto a sufrir por causa del evangelio; el sufrimiento experimentado no hace detener su predicación. En Hechos 14:5 vemos que los gentiles y judíos, con sus gobernantes, prepararon un atentado para maltratar y apedrear a los apóstoles quienes se vieron obligados a huir. Pero esto no detuvo la expansión del evangelio. Al huir, los apóstoles se vieron obligados a ir a como “Licaonia, Listra, Derbe, y sus alrededores; y allí continuaron anunciando el evangelio.” La persecución del evangelio resultó en la expansión del evangelio a otras ciudades.
En Listra, ocurrió un evento muy singular que pone en evidencia la idolatría del hombre. Hechos 14:8-13 habla de un paralítico desde nacimiento que escuchó a Pablo hablar. De repente Pablo fija la mirada en este hombre y se percata de que tenía fe para ser sanado (Hechos 14:9) y le dijo “con fuerte voz levántate derecho sobre tus pies. Y el dio un salto y anduvo.” Esto hizo que los que vieron el milagro concluyera inmediatamente que los dioses Júpiter y Mercurio, en los cuales ellos creían, se habían hecho semejantes a los hombres en la forma de Pablo y Bernabé. El sacerdote de Júpiter de la ciudad inmediatamente trajo toros y guirnaldas para ofrecerles sacrificios. Este hecho pone de manifiesto una realidad: la idolatría del hombre es incurable.
Romanos 1:25 explica la idolatría de esta manera: “porque cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en lugar del Creador, que es bendito por los siglos.” Los habitantes de Listra estaban listos para adorar a Pablo y Bernabé antes que a el Creador. Por eso, ellos reaccionaron rasgando su ropa lo cual era una forma judía para expresar que lo que acababan de ver y oír era una blasfemia. Ellos trataron entonces de voltear sus miradas para que dejaran de ponerla en la criatura y la volvieran al Creador (Hechos 14:15). Pablo comenzó hablándole del Creador porque justamente es el abandono del Creador lo que lleva a la adoración de la criatura. Pero la gente insistía en adorarle (Hechos 14:18).
Eclesiastés 3:11 nos dice que Dios puso la eternidad en el corazón del hombre. Dios hizo esto precisamente para que el hombre pudiera buscarlo. Nuestro Padre conoce algo que el hombre no conoce y es que el pecado es auto destructivo, de manera que cuando nuestras aspiraciones son llenadas por Dios al buscar de Él, terminamos siendo protegidos. La realidad es que de la forma que tú concibas a Dios, así tú adorarás. Si pensamos en Dios como alguien que existe para resolver problemas, entonces le adoraremos como tal, lo que implica que cuando no tengo dificultades, no le busco y no me acuerdo de Él. La solución a los ídolos la encontramos en Mateo 22:37-40. La clave no es tanto odiar el pecado sino amar a Dios lo cual nos mantiene lejos del pecado.