Aurora y yo cumplimos este año 36 años de noviazgo, de los cuales los últimos 30 hemos estado casados (yo creo que el noviazgo no termina con el matrimonio). Tenemos 3 hijos (27, 23 y 23) y muchas experiencias juntos. El Señor nos unió cuando teníamos poco tiempo en la fe y predicábamos juntos en las calles de Santo Domingo, República Dominicana.
Ella es alguien común y corriente, no es la “Mujer Maravilla”. No le gustan los cucarachas, los ratones, ni las culebras. Le tiene miedo a los aviones, no le gustan las actividades extremas, ni las aventuras. No le gustan las actividades públicas ni sobresalir. Lucha con los triglicéridos y el colesterol. Tiene poca resistencia para caminar o hacer esfuerzos físicos. Ambos tenemos algo más de 50 años, por tanto nuestra adolescencia a dado paso a una nueva juventud, con limitaciones corporales; dentro de estas hay cambios hormonales y dolores corporales. Ella es médico de profesión y varios colegas le han dicho que sus síntomas podrían reflejar fibromialgia, pero ella simplemente ha ignorado esto y hace vida normal, sin verificar si el diagnóstico puede ser o no cierto, simplemente porque “hay muchas cosas que hacer”.
Lo último que explicamos sobre la forma en que ha manejado las sospechas de fibromialgia comienza a dar un indicio de la gran ayuda idónea que el Señor me ha concedido. Definitivamente ella es mejor cristiana que yo. A pesar de lo antes descrito, se ha montado en aviones, ha dormido en casas de campaña en el interior de nuestro país, a participado en numerosos operativos médicos de misericordia, incluyendo el terremoto de Haití. Ha ido a la selva del Amazonas, ha navegado por ríos en la selva de noche, se ha montado en motocicletas tanto en República Dominicana como en Haití (en este último país definitivamente es una experiencia interesante por la forma de manejar de los conductores y las condiciones del camino).
Ha dado charlas, entrenamientos y discipulados a mujeres en diferentes lugares. Tiene un estómago misionero pues come casi cualquier cosa que le pongan al frente (hasta insectos, literalmente). Hace empatía con las personas de manera tal que facilita la presentación del Evangelio y permite obtener una mayor perspectiva de las condiciones del lugar, facilitando la ministración a los hermanos y a la comunidad.
Como médico, además de las jornadas internacionales descritas, trabaja en República Dominicana en el sector público, en un barrio de escasos recursos donde la comunidad le tiene un gran aprecio. Diariamente ve a pandilleros, envejecientes, extranjeros, adictos, etc., todos pobres, y todos se llevan una palabra de aliento, un mensaje de amor, la Buena Nueva de Jesús. Es de los médicos de vocación que da la milla extra por amor a su Señor.
Como si esto fuera poco, aunque los dos hemos estado presente en la crianza de nuestro hijos, durante años ella leía la Biblia con nuestros hijos en el estacionamiento del colegio, ya que llegábamos muy temprano y era una forma de hacer tiempo para irse al trabajo. En el camino, en las carreteras, en la casa, siempre la interacción con nuestros hijos era una nueva oportunidad para ver el Evangelio desde otro ángulo.
Ella ha sido fiel al Señor, y cuando ha sido necesario hablarnos como hermana en la fe, lo ha hecho. Mantiene la casa atendida, las visitas reciben su cariño, y ella es clave para poder mantener una “política de puertas abiertas”, vital para servir a creyentes e incrédulos. Además pone un toque espiritual en el hogar con los himnos que oye y su práctica devocional.
Todo lo que hemos dicho, es imposible realizar sin la gracia de Dios, pues reiteramos, no estamos hablando de la “mujer maravilla”, pero creo que la gracia de Dios se manifiesta de manera poderosa en ella, de manera tal que el Espíritu de Dios la usa para esparcir amor, sanación, consuelo y esperanza.
Definitivamente, no puedo imaginarme una ayuda idónea mejor que mi novia Aurora. El llamado al evangelismo y las misiones fuera más arduo sin ella. Gracias a Dios por que nos la concedió. Esperamos que el cuento de nuestras vidas termine con “se casaron y fueron útiles”.
“Y el Señor Dios dijo: No es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayuda idónea” Génesis 2:18