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Morir para vivir

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Esta semana el pastor Héctor Salcedo predicó el sermón “Morir para vivir” basado en Mateo 16:21-28.

Al leer la Palabra de Dios, hay algo que es evidente de manera inmediata: Dios no piensa como el ser humano. Los valores de Dios, Sus reacciones emocionales, e intereses son distintos a los nuestros (Isaías 55:8-9). Una forma como Dios nos enseña esto es a través de las paradojas que nos presenta la Biblia como que en ocasiones Dios usa la muerte para traer vida.

En Mateo 16:21-23 vemos el momento en que Jesús comenzó a claramente informarles a Sus discípulos sobre Su destino próximo en la cruz y Su resurrección, justamente luego de que finalmente estaban seguros de la identidad de Jesús (Mateo 16:16-17). Esto les choca a los discípulos e inmediatamente, “Pedro comenzó a reprenderle…” [v.22]. Pedro acababa de afirmar la identidad de Jesús como Cristo, y ahora tiene la osadía de censurar a Jesús. Los discípulos conocían la identidad de Jesús, pero no su misión y, de hecho, no la aceptaron cuando Jesús la informó. En la mente de los discípulos, Dios no podía tener un plan que incluía que el Mesías sufriera y muera y esta sique siendo una confusión de muchos hoy en día. No contemplan que dentro de los planes de Dios puede incluir sufrimiento intenso y en ocasiones mortal; que Dios puede usar la aflicción y el dolor para llevar a cabo Sus propósitos. Pero Dios no es como nosotros, y no piensa como nosotros (Mateo 16:23).

Mateo 16:24-25 relata otra paradoja: la del discípulo de Jesús: “¡En morir a mí, a mi yo, está mi vida!” Luego del intercambio con Pedro, Jesús se percató que los discípulos pensaban que el sufrimiento no iba con el plan de Dios; que ni el Mesías ni sus seguidores iban a sufrir. Pero, cómo ya vimos, el Mesías vino a sufrir y a morir por nuestro rescate. De hecho, la “descripción de puesto” para el discípulo de Jesús es, “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mateo 16:24b). Jesús es claro y directo con lo que se espera de un discípulo: que olvide su causa personal, se enfoque en los planes de Dios y se someta a la Palabra.

Hay dos aspectos en la frase “niéguese a sí mismo” (v. 24) que son importantes. Por un lado, hay una negación del yo que consiste en desistir de mis esfuerzos de “salvarme por mis propios medios”; la expresión del verso 25, “el que quiere salvar su vida [alma] la perderá” se dirige en parte a esto (Mateo 5:3; Lc. 18:9;13). El otro aspecto en que el discípulo debe “negarse a sí mismo” es en el enfoque de su vida: ya el discípulo no vive para él sino para aquel que murió por él (2 Corintios 5:15). En vista de esto, hemos de negarle a nuestra naturaleza carnal sus peticiones de tal forma que honremos al que murió por nosotros (Gálatas 5:16-17).

Otro componente de la descripción de puesto del discípulo es “tome su cruz” (v. 24). Esto significa enfrentar dolor, sacrificio y aún la muerte de manera voluntaria para hacer avanzar la causa del Señor. El tomar la cruz está de alguna manera conectado con negarme a mí mismo en el hecho de que llevar a cabo la obra que Dios me ha encomendado implica la negación a ciertos deseos o planes que tengo. Los planes de Dios deben ser prioritarios sobre los míos ya que la voluntad de Dios siempre persigue lo significativo y lo eterno mientras que la nuestra va detrás de lo ligero y terrenal. A veces lo que Dios nos pide no nos atraerá “terrenalmente”; pero si somos capaces de “verlo con la fe”, comenzaremos a experimentar un gozo aún por aquellas cosas que “no nos gustan”.

La última paradoja que presenta el texto es la paradoja de la vida terrenal: “Mi mejor vida aquí la vivo cuando me enfoco en la vida allá.” Mateo 16:26-28 nos presenta una idea que es difícil de digerir: que, al Mesías lo van a matar y que a sus seguidores le correspondía vivir una vida de negación, sacrificio y obediencia. Es duro, si tú crees que la vida se trata de lo que hay aquí y nada más; pero si hay otra vida después de esta, entonces, ¡la vida del discípulo es la que garantiza la entrada a la gloria y la mayor cantidad de recompensas eternas posibles! Vale la pena.

 

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Economista de profesión y pastor de corazón. Posee una maestría en Estudios Bíblicos en el tradicional Moody Bible Institute de Chicago. Como economista, cursó estudios de Maestría en Macroeconomía Aplicada en Chile a mediados de los 90’s para ejercer dicha profesión durante casi 15 años en el medio económico-empresarial. Ha laborado desde los inicios de la IBI, pasando por diversas asignaciones conforme el crecimiento lo requirió. Desde 2004 es uno de los pastores de la IBI, y desde 2009 lo ha sido a tiempo completo. Entre sus funciones se encuentran el manejo administrativo y financiero de la IBI e Integridad & Sabiduría. Asimismo, está a cargo del Ministerio de jóvenes adultos de la IBI (M-Aquí). Cuando las circunstancias lo requieren, es uno de los pastores que predica en la IBI. De hecho, la enseñanza de la Palabra de Dios es su mayor pasión, sobre todo su aplicación práctica a la vida. Está casado con Chárbela El Hage y juntos tienen dos hijos: Elías y Daniel.

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