“La ley del SEÑOR es perfecta, que restaura el alma; el testimonio del SEÑOR es seguro, que hace sabio al sencillo. Los preceptos del SEÑOR son rectos, que alegran el corazón; el mandamiento del SEÑOR es puro, que alumbra los ojos. El temor del SEÑOR es limpio, que permanece para siempre; los juicios del SEÑOR son verdaderos, todos ellos justos, deseables más que el oro; sí, más que mucho oro fino, más dulces que la miel y que el destilar del panal”, Salmo 19:7-10.
El pasaje con el que comenzamos este artículo nos habla del poder que tiene la palabra de Dios para transformar al hombre. Imaginemos por un momento que los medios de comunicación de nuestros días estuvieran en manos de personas transformadas por medio de la palabra de Dios, de la forma como el salmista describe. Sabemos que es ilusorio pensar de esa manera; pero no es utópico pensar que los padres cristianos sean equipados de esta sabiduría para que puedan filtrar el bombardeo al que están sometidos sus hijos día a día cada vez que se exponen a cualquier información difundida hoy.
Es evidente que el conjunto de valores que observamos en la información transmitida a través de los medios de comunicación, en la mayoría de los casos no es congruente con la cosmovisión bíblica. Lo que recibimos a través de estos medios se caracteriza usualmente por una ausencia de valores absolutos, donde cada quien promueve su enseñanza conforme al sistema de ética de su preferencia, y a través del cual él o ella ha decidido vivir su vida.
Algunos viven de acuerdo a lo que es conocido como la ética cultural, que implica que, en esencia, lo moral es determinado por la opinión popular en cada región del globo terráqueo. La globalización hecha posible por los medios de comunicación, y el contacto con diversas culturas que esto produjo, ha favorecido y fortalecido esta forma de pensar. Sin embargo, si seguimos esta ideología llegaremos a la conclusión de que cada pueblo o cultura tiene sus propios conceptos éticos, y que todos son buenos o válidos. ¿Qué le diríamos entonces al pueblo alemán que masacró a 6 millones de judíos durante el holocausto? Debemos tener en cuenta que la cultura popular del momento justificaba tales acciones. ¿Qué le diríamos a las tribus caníbales del pasado y del presente? Ninguna cultura pudiera ser la determinante de los valores morales del hombre.
Otros hacen uso de una ética situacional, donde lo moral de cada situación lo determina la acción más amorosa. El problema es que la manera como una persona define lo más amoroso no necesariamente es igual a como otro la definiría. Muchos abortos han sido llevados a cabo en aras del amor, porque alegan que para traer un niño a sufrir a este mundo es mejor eliminarlo.
Por otro lado, otros prefieren creer en una ética conductual, que habla de que lo moral no existe, y que toda conducta humana es el resultado de los genes y del ambiente. Con una ética de esta naturaleza es imposible convivir, porque sería muy fácil adoptar un estilo de vida irresponsable.
Otros viven con una ética utilitarista, que se define en base a que el fin justifica los medios. En otras palabras, si me es útil, entonces tiene valor. Pero esa misma forma de pensamiento y de actuar revela el egocentrismo de nuestros días, y puede ser usada para justificar desde la pornografía hasta el holocausto.
La sabiduría de Dios, revelada en la ética bíblica debe regular la conducta de los hombres, y debiera ser usada para proveer un marco de referencia a los medios de comunicación. Dios es el Creador del cielo, de la tierra y de la raza humana, y Él es el único absolutamente justo y completamente sabio. Por tanto, el hombre debe someterse a Sus directrices, porque, al final, a Él tendrá que rendir cuenta de todas sus acciones.
Fue ese Dios que, al momento de constituir la nación hebrea, la primera nación que se propuso formar, le dio una constitución de apenas 10 leyes, a partir de la cual se formularían el resto de las ordenanzas. Esta constitución, conocida como “los X Mandamientos”, inicia sus dictámenes con 3 decretos relacionados al reconocimiento de un único Dios y la prohibición de usar Su nombre en vano, como forma de regular la relación hombre-Dios. Cuando ese temor a Dios no está presente, el hombre termina adorando cualquier cosa menos al Dios creador, como bien nos revela Romanos 1. Al hacer esto, el hombre sufre las consecuencias de haber abrazado otros dioses, que no necesariamente están constituidos por estatuas e imágenes, sino que estos dioses pueden representar el éxito, la belleza, el poder, el dinero, la sexualidad, y múltiples otras cosas. Éstos mismos dioses son los que muchas veces, los medios promueven, y que nosotros mismos pudiéramos terminar adorando si no sometemos nuestro entendimiento a la cosmovisión bíblica.
Es interesante ver cómo una de estas 10 leyes ordenaba a los hijos a honrar padre y madre. Esta sola ley tiene mucho más peso de lo que podemos percatarnos en la superficie. Cuando un hijo no es capaz de honrar a aquellos que le han dado la vida y que le han provisto para su desarrollo a lo largo de su crecimiento, él no podrá ni querrá respetar ninguna otra autoridad. ¿Qué tan diferente pudiera ser nuestra sociedad si un decreto como este fuera enseñado por los medios? Contrario a lo que acostumbramos a ver en películas y series de televisión, donde los niños son “más sabios” que los padres; y al desobedecer ni siquiera sufren consecuencias.
Dios está interesado, a través de leyes como éstas, regular la formación del núcleo familiar, porque a fin de cuentas una sociedad no es más que un conjunto de familias. La razón por la que nuestras sociedades andan tan mal es porque nuestras familias andan peor. Lamentablemente, el impacto de los medios de comunicación en este sentido no ha sido bueno, porque lejos de contribuir a formar la conciencia de los individuos, lo cual es su responsabilidad, los medios han terminado deformando la conciencia de la población. Algunos podrían decir “¡pero esto no son todos los casos!” Esto es cierto, pero el resultado final cuando vemos todos los medios masivos de comunicación de nuestros días no nos deja un balance positivo, sino un balance altamente perjudicial.
Finalmente, quisiéramos mencionar dos sistemas éticos que pudieran estabilizar la sociedad de nuestros días, que son complementarios el uno del otro: Los X Mandamientos dados por Dios en el Antiguo Testamento, y el Sermón del Monte predicado por Cristo y que aparece en el Nuevo Testamento. Creo que estos representan los dos sistemas éticos de más alto valor que la humanidad jamás haya tenido, que debieran ser enseñados por las familias, y que tienen la esperanza de poder rescatar al hombre de su perdición.