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La Influencia de los Medios de Comunicación: Consecuencias generacionales

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“No os dejéis engañar; de Dios nadie se burla; pues todo lo que el hombre siembre, eso también segará”. Gálatas 6:7

Éste es el segundo artículo acerca de la influencia de los medios de comunicación. Puede encontrar el primero en este enlace.

El peligro mayor de los medios de comunicación está relacionado a la generación más joven. Cuando pasamos revista a las generaciones anteriores, nos percatamos de que la inocencia de los niños era mantenida a través de la información que sus padres y otros adultos manejaban, y que luego pasaban a la próxima generación de manera secuenciada, de acuerdo a la edad de los niños y jóvenes. Hoy en día estos niños son tempranamente expuestos a los medios de comunicación, y esa información llega hasta ellos sin que sus padres puedan filtrarla, y sin la posibilidad de que puedan secuenciarla de acuerdo a la edad cronológica y la madurez del niño.

Anteriormente, los valores generacionales eran pasados vía los padres y el núcleo familiar en general. En la actualidad, nuestros niños absorben los valores de la cultura popular, a través estos medios de comunicación masiva. Estos valores han terminado produciendo resultados lamentables en naciones como Estados Unidos, que exporta no solo sus productos, sino también sus valores culturales. William Bennet, quien fuera Secretario de Educación de E.U., reportó en el año 1993 que desde el año 1960 hasta el 1990, en apenas un período de 30 años, se produjeron los siguientes cambios a nivel de la población:

  • Un aumento del 966% de la cohabitación.
  • Un aumento del 523% de los nacimientos fuera del matrimonio.
  • Un aumento del 370% en los crímenes violentos.
  • Un aumento del 215% de las familias monoparentales.
  • Un aumento del 210% de suicidio entre adolescentes.
  • Un aumento del 130% en la tasa de divorcio.

Estas tendencias aquí mencionadas son las mismas que son vistas continuamente en nuestras pantallas de televisión, tanto en las películas como en las novelas, y en las comedias que son tan comunes hoy en día.

La exposición a estas escenas y situaciones es frecuente y poderosa. El Diario de la Asociación Nacional de Medios Digitales y Artes reportó en el año 2004 que el total de horas al día que la persona se expone a los medios masivos de comunicación alcanza unas 15 horas. Esto es debido a que nosotros vivimos en medio de una generación que ha sido llamada ‘multi-task’, que es capaz de ejecutar múltiples tareas al mismo tiempo. Por lo tanto, muchas veces el joven de hoy está viendo la televisión mientras al mismo tiempo trabaja en su computadora o Smartphone. Se piensa que cuando un joven de hoy llega a la edad de 60 años, habrá estado expuesto a la televisión por unos 8-10 años, y esto no toma en cuenta ninguno de los otros medios de comunicación. Esto es aún más impresionante al conocer que hay más hogares en el mundo con televisión que con plomería interior.

Lamentablemente, un acto de violencia que se ve en la televisión no nos enseña las consecuencias detrás de estos actos, como es el dolor humano y las cicatrices emocionales, o la memoria emocional que deja una golpiza o la muerte de alguien. Tampoco nos muestra todo el tiempo que toma reparar ese daño emocional. Estamos cosechando las consecuencias de lo que nosotros hemos estado sembrando en el núcleo de nuestra sociedad por mucho tiempo. No podemos tratar de tapar el sol con un dedo, porque las evidencias están frente a nosotros.

El gran periodista inglés Malcolm Muggeridge en una ocasión escribió lo siguiente:

“La conclusión final parecería ser que mientras otras civilizaciones fueron derribadas por los ataques de los bárbaros desde afuera, la nuestra tiene la distinción singular de formar sus propios destructores dentro de sus mismas instituciones educativas, proveyéndoles de facilidades para propagar su ideología destructiva a todo lo largo y ancho, y todo ello a expensas del público en general. Así fue como el hombre occidental decidió abolirse a si mismo, creando su propio aburrimiento a consecuencia de su propia prosperidad; su propia vulnerabilidad a consecuencia de su propia fuerza; su propia impotencia a consecuencia de su erotomanía. Sonando Él mismo la trompeta que derribaría los muros de su propia ciudad, y habiéndose convencido a sí mismo de que era demasiado numeroso, trabajó con píldoras, bisturí y jeringas para disminuirse a sí mismo, hasta que, finalmente, habiéndose educado a si mismo hasta la imbecilidad, y habiéndose contaminado y endrogado a si mismo hasta la estupefacción, se desplomó como un cansado brontosaurio y se extinguió”.

Esas palabras reflejan perfectamente bien dónde estamos hoy. Lo que Muggeridge estaba tratando de comunicarnos es que, lejos de ser una sociedad que sería derrumbada por la invasión de alguna otra nación diferente a la nuestra, nosotros nos derrumbaríamos como resultado de tener nuestras bases morales socavadas producto de nuestras propias acciones. En un próximo artículo estaremos discutiendo como conclusión las soluciones presentadas a este dilema, meditando en la salida que nos ofrece la Cosmovisión Bíblica.

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