En cuanto al estilo de música cristiana, ha habido mucho debate en los últimos años acerca de cuál es el estilo de adoración más adecuado para adorar Dios. ¿Es el tradicional o es el contemporáneo?
Cuando la mujer samaritana se acercó a Cristo y le preguntó cuál era el lugar correcto para adorar a Dios, si era Jerusalén o si era Samaria, la respuesta de Cristo fue que ni en Jerusalén ni en Samaria, y que vendría el tiempo cuando los verdaderos adoradores adorarían a Dios en Espíritu y en Verdad. Yo creo que podemos dar una respuesta similar en este caso. Si hacemos la pregunta de cuál es el estilo musical de adoración que Dios prefiere, el tradicional o el contemporáneo; yo creo que Dios diría que llegaría la hora en que los verdaderos adoradores le adorarían en Espíritu y en Verdad, y que el estilo musical sería algo secundario, siempre y cuando la música usada nos permita guardar la reverencia a nuestro Dios. La reverencia no es guardada necesariamente cuando hacemos uso del piano o del órgano necesariamente. De ser así los salmos que invitan a alabar a Dios con todo tipo de instrumentos serían irreverentes (Ver Salmos 148-150 ).
Habiendo dicho esto, sin embargo, queremos hacer algunas aclaraciones. Hay ciertos ritmos musicales en una cultura dada que tienen una connotación de sensualidad y de pecado, y esos ritmos creemos firmemente que debieran ser evitados en esa cultura. Por otro lado, creemos que lo que ofrecemos a Dios debe tener algo de extraordinario, como Él es. Dios siempre ha querido separar lo ordinario del mundo de lo extraordinario de su persona. Y cuando nosotros ofrecemos un tipo de música a Dios que no tiene gran diferencia con lo que es pecaminoso en la cultura en que nos desenvolvemos, entonces estamos contribuyendo a no ver a Dios de una manera especial.
También creemos que el pueblo de Dios debiera orar y pedirle a Dios que le inspire a producir una música que a Él le honre. Recordamos cómo Dios llenó de su Espíritu a los artífices que construyeron el tabernáculo para hacer todo tipo de diseños y de bordados; y sin embargo, lo que la iglesia de hoy tiende a hacer continuamente es ver lo que el mundo está haciendo y copiar sus ejemplos. No creemos en lo más mínimo que la iglesia deba tratar de producir una versión cristiana de todo aquello que el mundo produce. Al contrario, creemos que la iglesia debería estar produciendo algo genuino que sea diferente a lo que el mundo compone y que debiera corresponder a la llenura de Su Espíritu.