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Sola gratia

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Este domingo, el pastor Miguel Núñez expuso su mensaje titulado “Sola gratia” el cual estaba basado en Efesios 2 versículos 4 al 9. Esta prédica fue la 5ta parte de una serie de mensajes basados en las cinco “solas” de la reforma.

Martin Lutero dijo en su libro La esclavitud de la voluntad que “sola gratia” es la bisagra sobre la cual gira todo lo demás. Solo la gracia puede sacarnos de la condición miserable en la cual todos hemos ciado como pecadores. Solo la gracia nos puede liberar del pecado y es solo por gracia que el hombre puede hacer algo bueno. La marca distintiva de la fe cristiana es la gracia, no la justicia. Solo en el cristianismo la salvación se recibe aparte de las obras de la ley.

«Pero Dios, que es rico en misericordia, por causa del gran amor con que nos amó, aun cuando estábamos muertos en nuestros delitos, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia habéis sido salvados), y con Él nos resucitó, y con Él nos sentó en los lugares celestiales en Cristo Jesús, a fin de poder mostrar en los siglos venideros las sobreabundantes riquezas de su gracia por su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, sino que es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.» (Efesios 2:4-9)
Pablo inicia el texto con un “pero”, el cual separa una idea anterior y la que está por venir. En los versículos anteriores, Pablo relataba de nuestra condición caída: estábamos “muertos en delitos y pecados”; así es como Dios nos vio y nos encontró. Es por esto que el “pero” es tan enfático: porque contrasta la pobreza del hombre y la riqueza de Dios. Al lado del hombre, Dios luce infinitamente rico en misericordia.

Para hablar de la gracia de Dios hay que hablar del amor de Dios. El texto nos dice, “por causa del gran amor con que nos amó, aun cuando estábamos muertos en nuestros delitos, nos dio vida juntamente con Cristo”. Nuestra salvación es el resultado de la gracia de Dios y no nuestras propias obras. Esto se exalta en el versículo 4, el cual resalta la misericordia de Dios contra la perdición del hombre. En el antiguo testamento, la palabra traducida a misericordia es “hesed” la cual hace alusión al amor fiel de nuestro Dios en medio de nuestras infidelidades. Cuando Dios nos encontró estábamos muertos y los muertos no atraen a nadie, y, aun así, Dios nos amó. Cuando el amor de Dios me encuentra, no es porque era atractivo, pero cuando Dios trabaja en mi me vuelve atractivo por que Él forma la imagen de Cristo en mí. Dios no encuentra lo que es hermoso, Dios forma lo hermoso. Sin el amor de Dios, no hubiese salvación.
Jeremías 31:3 nos dice que el amor de Dios es eterno. En la eternidad pasada, Dios nos amó y después nos creó, lo cual significa que El me debió haber extendido Su gracia en la eternidad pasada (2 Timoteo 1:9-10). Dios nos extendió esa gracia y esa gracia entonces fue y me alcanzó cuando Dios trajo a Cristo Jesús, Su hijo encarnado Su hijo fue esa gracia expresada en tiempo y espacio para algo que Dios concibió fuera del tiempo y fuera del espacio.

Es evidente que no entendemos el amor de Dios porque si lo entendiéramos, obedeceríamos a Dios de manera natural. Hay una sola razón por la cual Dios me ama: porque si y porque Él sabe que Él tiene algo que solo Él puede dar. El amor verdadero es un amor que solo quiere dar, entonces Dios quiere darme lo que Él tiene y no puedo encontrar pero que necesito y me va a satisfacer y darme gozo eterno. El amor humano piensa en que uno puede obtener, pero el amor de Dios piensa en que nos puede dar.
Se nos dificulta entender una salvación por gracia porque estamos acostumbrados a la compensación a cambio del trabajo. Nosotros quisiéramos una participación en la salvación, pero la realidad es del Señor de A a Z: Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, sino que es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. (Efesios 2:8-9).

La salvación no es una demanda, es una donación que Dios hace. La palabra de Dios claramente enseña que, si la salvación es por gracia, la cual la es, las obras quedan excluidas. Nada que hagamos es suficiente para ganar nuestra salvación. Aquel que piensa que puede alcanzar la gracia por algo que tiene o hace es culpable 2 veces: por el pecado cometido y por su arrogancia. Al hablar de la gracia de Dios, hay que primero hablar del problema de Dios. Si no nos percatamos de que tan grande era el problema de nuestra condición, no nos podemos dar cuenta de que tan grande es la gracia de Dios.

 

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