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Jonás y la salvación del Señor

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Jonás es un personaje histórico mencionado en 2da de Reyes, el cual lo trata como un profeta que ejercía su ministerio en Israel, en los días del reinado de Jeroboan. El mismo Jesucristo lo menciona en Mateo 12:40: Porque así como Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre del gran pez, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches.


El libro de Jonás muestra un gran contraste entre la bondad y misericordia de Dios, y la rebeldía, impaciencia y belicosidad de su siervo. A través del ejemplo de los ninivitas nos muestra cuán grande es la paciencia y la tolerancia divina para con los pecadores, ya que Jonás se rebeló contra el mandato de Dios de ir a Nínive a predicar Su Palabra, y por el contrario, queriendo huir de Dios se embarcó hacia Tarsis. Sin embargo Dios levantó una enorme tempestad y él tuvo que ser echado al mar donde un gran pez se lo tragó, y al cabo de tres días de vivir en el estomago dicho pez lo vomitó entero en una playa de Nínive después que Jonás en oración reconoce que la salvación es del Señor.

Veremos hacia el final del libro como Jonás se encuentra yendo a Nínive, tal como Dios le había ordenado hacerlo originalmente y proclamando el mensaje que Dios le había enviado a proclamar. Este libro define que la salvación le pertenece al Señor
Jonás conocía a Dios, pero quería huir de su presencia y no hacer lo que Dios le había pedido. Así mismo somos nosotros, que nos escondemos de Dios para hacer lo que queremos. Pero Dios envió una tormenta, no como castigo, sino para detener a Jonás y hacerlo arrepentirse.

El arrepentimiento empieza con el temor de Dios. Cuando conocemos Su santidad y Su carácter, reconocemos nuestros pecados, nos arrepentimos, nos rendimos a Dios y dejamos de huir. El pez no era el castigo de Jonás, era el instrumento de Dios para su salvación. De lo contrario hubiera muerto en el mar embravecido. Jonás clamó por misericordia y fue salvado, de igual manera nosotros los pecadores podemos clamar a Dios por esa misma misericordia, no por nuestros méritos, sino por los méritos de Cristo y su sacrificio.
Nínive era una ciudad grande, comercialmente muy activa, envuelta en una vida de pecados, por lo que Dios estaba airado con ellos, sin embargo, por su propia misericordia envía a Jonás para mostrar su gloria a los asirios y que estos se arrepintieran.

Los ninivitas somos nosotros, que no buscamos a Dios, y Jonás apunta a Cristo, que Dios lo envía a proclamar Su misericordia. Tal como Dios envía a Jesús para que su sacrificio sirviera de redención de nuestros pecados y culpas. El sacrificio de Cristo es salvación para los que creen en El.

Del mensaje del libro de Jonás podemos tener varias aplicaciones para nuestras vidas, tales como:
Cultivar un corazón con la misericordia que Dios ha mostrado en nuestra vida.
Orar e interceder por aquellos que para nosotros son difíciles de tener misericordia. Que merecen que Dios tenga misericordia por ellos.

Mostrar misericordia por aquellos que no lo merecen, por aquellos que nos han hecho mal. El llamado de Dios es una muestra de misericordia. Es el vehículo para la salvación. Si no cambias tu corazón, estas condenado a regresar a los malos caminos. El arrepentimiento es un cambio en nuestro corazón que provoca un cambio de actitud y de comportamiento.

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