Hoy estuvo como predicador invitado el anciano en formación Joan Veloz con el mensaje Lo Que Dios Me Ha Dado Y Lo Que Dios Me Ha Pedido, basado en la segunda carta del apóstol Pedro, capitulo 1, versículos del 3 al 11.
Después del saludo acostumbrado de Pedro en sus cartas, y habiendo expresado las bendiciones a que Dios llama a los cristianos, exhorta a quienes han recibido estos dones preciosos detallados aquí a proponerse a mejorar en gracia y virtud. El apóstol muestra su corazón y quiere enseñar lo que es importante al final de su vida.
En su carta, Pedro también advierte contra los impostores y los burladores, reprobando sus falsas afirmaciones, y mostrando por qué se retarda el gran día de la venida de Cristo, con la descripción de sus espantosas circunstancias y consecuencias; dando exhortaciones apropiadas a la diligencia y la santidad.
En estos versículos que vemos hoy el apóstol hace una serie de exhortaciones a agregar a la fe el ejercicio de diversas virtudes. Nos enseña que la fe obra santidad y produce efectos en el alma que ninguna otra gracia puede producir. También nos enseña que en Cristo habita toda la plenitud y el perdón, la paz, la gracia y el conocimiento, y los nuevos principios son así dados por medio del Espíritu Santo.
Las promesas para quienes son partícipes de la naturaleza divina nos harán inquirir si son realmente renovadas en el espíritu de nuestra mente, si somos nacidos de nuevo. El creyente debe agregar conocimiento a su virtud, incrementar la familiaridad con toda la verdad y la voluntad de Dios. Debemos agregar templanza, moderación por las cosas mundanas, paciencia o alegre sometimiento a la voluntad de Dios. La tribulación produce paciencia, por la cual soportamos todas las calamidades y las cruces en silencio y sumisión. La paciencia incluye los santos efectos y disposiciones hallados en el verdadero adorador de Dios
Por lo tanto, los cristianos deben laborar para alcanzar la seguridad de su vocación y elección, creyendo y haciendo el bien; y esforzarse en ello cuidadosamente, es un argumento firme de la gracia y misericordia de Dios, que los sostiene para que no caigan completamente.
Los que son diligentes en la obra de la religión ( esforzarse en incrementar los dones dados por el Epíritu Santo ), tendrán una entrada triunfal en el reino eterno donde reina Cristo y ellos reinarán con Él para siempre; y es en la práctica de toda buena obra ( poner en ejecución el obrar de los dones ) donde debemos esperar entrar al cielo.
En este texto tenemos tres temas importantes que son: lo que Dios ha hecho por nosotros, lo que nos toca hacer a nosotros y la importancia de hacer lo que Dios nos ha pedido.
Pedro nos pide que conozcamos profundamente a Dios y abracemos sus promesas para anclarnos en ellas que nos guardan de no caer en las tentaciones. Promesas como que nuestra salvación es para siempre y no se pierde, nos promete que siempre estará con nosotros.
Dios nos ha dado todo lo que necesitamos para tener una vida piadosa. En ese sentido el creyente debe hacer todo su esfuerzo para cultivar los dones que nos ha dado y hacer lo que tenemos que hacer para mostrar dichos dones en el cuerpo de Cristo. Ser diligentes en añadir virtud a nuestra fe, añadir conocimiento para saber lo que voy hacer, añadir dominio propio para no caer en las tentaciones de este mundo, añadir perseverancia con esperanza porque sabemos que veremos los frutos, y añadir piedad mostrando reverencia ante lo que Dios hizo por nosotros en el sacrificio de Jesús. Debemos ser diligentes en mostrar estas virtudes.
Estas virtudes nos hacen crecer en Cristo. Dios nos llama a crecer en estas virtudes. Dios se complace en vernos crecer. Estas virtudes no permitirán que seamos ociosos, nos impulsarán a ser pro-activos y dar frutos.
Pedro nos recuerda que si estas virtudes no las mostramos es porque somos ciegos o cortos de vista. El no reflejar estas virtudes es una evidencia de que hemos olvidado lo que Dios ha hecho por nosotros. Por lo que debemos pedir perdón por olvidar lo que Dios ha hecho por nosotros y pedir a Dios que nos guíe a volver a Él.
El no mostrar estas virtudes es una muestra de que posiblemente no seamos un verdadero hijo de Dios. Si mis obras y mi caminar son coherentes con lo que digo. Debo revisar mis obras y mi actuar en el mundo, la muestra de mis virtudes o frutos, para saber si realmente soy un hijo de Dios.
Al final el apóstol nos dice que si confirmamos estas virtudes en nosotros, si confirmamos que somos hijos de Dios, no tropezaremos, es una promesa que hace Pedro. Podremos alegrarnos porque nos será concedida la entrada al reino de Dios.
Padre celestial, aumenta y fortalece nuestra fe. Que podamos descansar en Tus promesas. Que permanezcamos firmes en Tus preceptos y las tentaciones no nos venzan. Bendiciones.