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Tiatira, la iglesia tolerante de la mundanalidad

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Tiatira fue una antigua ciudad fundada unos 250 años antes de Cristo sobre el río Lico, en la parte norte de Lidia, muy cerca de Misia, en Asia Menor, a unas 35 millas de Pergamo. Una ciudad pequeña pero de mucho movimiento comercial, en la cual los comerciantes debían estar inscritos en sindicatos que controlaban todo el comercio y con tanto poder que en las iglesias, además de adorar a su dios Apolo, también lo hacían por los jefes de los sindicatos. Bajo este panorama fue fundada esta iglesia por alguno de los discípulos de Pablo.


El propósito de esta carta fue la purificación de la iglesia y llevarlos al arrepentimiento.
En las primeras palabras de esta carta, Jesucristo se identifica como El Hijo de Dios, siendo la única vez que se idéntica de esta manera en Apocalipsis. 
Las primeras líneas implican al mismo tiempo juicio y aprobación. Les dice que conoce sus obras, que son hechas en amor, fe, celo y paciencia. Que sus obras postreras son mejores que las primeras. Pero tiene algo contra ella, y es que esta iglesia convivía con una seductora, que se hacía llamar profetiza, que seducía y engañaba a la congregación, a Sus siervos. Menciona el nombre de Jezabel, aquella mujer del Antiguo Testamento esposa de Acab, de origen babilónico, una seductora de mal comportamiento. Y como Dios es conocido por los juicios que ejecuta, sobre estos falsos profetas, muestra su certero conocimiento de los corazones de los hombres, de sus principios, designios, disposición y temperamento. 


Muchos se desviaron y se dejaron seducir por esta falsa profetiza, y la iglesia permitió esta mundanalidad entre sus miembros. Esta iglesia amó tanto a los hermanos que perdió la verdad, y muchos hermanos entraron en inmoralidad e idolatría, cosas que Cristo no está dispuesto a tolerar, y esas cosas les reprochó. Elevaron el amor por encima de la verdad. En Tiatira hubo una gran tolerancia al pecado, por amor.
El problema de esta mujer era que enseñaba y seducía a la inmoralidad y la idolatría a los siervos de Cristo, a personas que habían sido comprados con la sangre de Cristo. Dios le había dado tiempo para que se arrepintiera y no lo hacía.


A modo de aplicación, el Pastor hizo la siguiente pregunta: es posible que entre nosotros haya alguien a quien Dios le haya dado tiempo para que se arrepienta de sus pecados y no haya respondido a Su voz? Piénselo y hable con Dios directamente.
En esta carta hay un grupo de creyentes, el cual está exento permanentemente de las consecuencias del pecado, porque no pierde la salvación, pero si pasa por diferentes pruebas, dificultades y tribulaciones. Dios te pone en disciplina con la intensión de sacarte del fango en arrepentimiento.


Igualmente, hubo un grupo a los que Cristo dice que los mataré con pestilencias. Esos no tuvieron tiempo para el arrepentimiento.
Otro grupo no incursionó en las profecías de la mujer de Tiatira. Fueron perseverantes y fieles. A esos no les impusieron mayores cargas. Solo les pide retener lo que tienen hasta que El vuelva, a los cuales, que son vencedores, les dará autoridad sobre las naciones y el lucero de la mañana, porque Cristo trae consigo al alma el día, la luz de la gracia y la gloria en su presencia y su gozo.
Como Dios es el que escudriña los corazones, el juicio final será por nuestras obras y las intenciones de nuestro corazón al hacer esas obras. La salvación no es por las obras que hacemos, es por la misericordia de Dios, viendo las intenciones de nuestro corazón al realizar esas obras.
El que tiene oído oiga, es el final de la carta.


Cuidémonos de las profundidades de Satanás, para que podamos vencer y mantener las obras de Cristo hasta el final.

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