La ciudad de Filadelfia, cuyo nombre significa amor fraternal, fue fundada por el rey Atalo de Pergamo alrededor del año 150 antes de Cristo al sudeste de la ciudad de Sardis, y era la más joven de las 7 ciudades a las cuales se les dirige estas cartas de parte de nuestro Señor Jesucristo.
Luego, el emperador romano Cesar Tiberio ayudó grandemente a la ciudad a recuperarse de su destrucción después de un gran terremoto en el año 17 de muestra era, y por eso le cambiaron el nombre por el de Neocesareo, pero luego volvió a llamarse Filadelfia hasta nuestros días.
La iglesia de Filadelfia es única entre las 7 iglesias de Asia Menor, porque es la única contra la cual el Señor no tiene queja alguna. El Señor se identifica claramente al comenzar la carta, se nombra el Santo y Verdadero, y el que tiene la llave de David, el que abre y nadie cierra y el que cierra y nadie abre.
La santidad es el principal atributo de Jesús, y así es como se identifica al comenzar esta carta. Igualmente se dice ser el verdadero, otro gran atributo de Jesús. Siempre fue veraz y enseñaba el camino de Dios con verdad.
El Señor reconoce el trabajo y fidelidad de esta iglesia, la cual siendo de poco poder ha guardado Su Palabra y no ha negado Su nombre, por lo tanto le promete que abrirá puertas de ministerio y de servicio que nadie podrá cerrar, y su mensaje es más bien de amor, ánimo y de promesa a ser protegida por su fidelidad en medio de la calamidad y la prueba, por lo que debemos recibirla con alegría. Esta carta es muy parecida a la enviada a la iglesia de Esmirna, que también fue fiel.
A esta iglesia le fue reconocida su obediencia a Cristo al guardar Su nombre bajo circunstancias difíciles. La obediencia es un acto de reacción de la fe y es compensada con nuevas y mayores responsabilidades en el ministerio, se abren puertas grandes para la predicación de la Palabra y expansión de la obra de Dios. Cristo abrió esta puerta grande para esta iglesia.
Por lo tanto, podemos aplicar esta característica en nuestra vida personal: La obediencia. Debemos ser obedientes a los estatutos de Dios para recibir las promesas del Señor, las cuales son siempre si y amen.
Al final de la carta Jesús hace promesas a esta iglesia por su obediencia y fidelidad, pero la pregunta es: ¿ Que hacer en lo que viene el Señor? El le respondió a Filadelfia diciéndoles que perseveren y guarden lo que tienen, que es Su Palabra. Y sus nombres serán inscritos en la nueva ciudad de Jerusalén.
Es tiempo de obedecer y ser fiel a nuestro Señor y Salvador. Es tiempo de arrepentimiento y ser parte de ese grupo privilegiado donde nuestro nombre estará inscrito en el libro de la vida.