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Una nueva visión para una nueva misión

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Esta semana, el pastor Miguel Núñez predicó el sermón “Una nueva visión para una nueva misión” basado en Hechos 10:1-23 como una continuación a la serie “Hasta los confines de la tierra”.

Al pensar en la evangelización, se pudiese decir que la gran comisión ha sido la más grande visión que Dios le haya dado a Su iglesia. El evangelio había comenzado a expandirse a partir del día de Pentecostés y Dios comienza a moverse para expandir el evangelio al mundo gentil; pero primero había que cambiar a Pedro y había que tumbar la barrera de separación que existía entre judíos y gentiles.

La visión descrita en Hechos 10:1-23 fue sumamente chocante para Pedro porque, después de cientos de años de restricción alimenticia de parte de Dios, una voz proveniente del cielo le ordenó comer de todo tipo de animales. La eliminación de ciertos alimentos era una forma de Dios mantener a Su pueblo separado de la corrupción moral durante el período en que Israel estuvo rodeado de naciones paganas. Ahora que la era de la ley había quedado atrás, Dios estaba removiendo la limitación de los alimentos, usando ese evento para dar a entender que ya no habría ni judíos ni gentiles, sino que todos seríamos un mismo pueblo ante Dios.

La historia nos habla de un hombre llamado Cornelio que vivía en Cesarea. Era un centurión romano piadoso y temeroso de Dios; daba muchas limosnas y oraba continuamente. A pesar de su buena moralidad, sus obras de bien y de su creencia en el Dios creador, este hombre no tenía salvación. De este hombre y de su historia, podemos aprender varias lecciones:

1. La moralidad, religiosidad, y buenas intenciones del hombre no pueden salvar (Hechos 10:4-8).

Se requiere un encuentro personal con la persona de Jesús; un arrepentimiento y pedida de perdón en base a la cruz de Cristo y una aceptación de Cristo como Señor y Salvador. 

2. Dios escucha todas las oraciones, pero las responde conforme a Sus propósitos.

Cornelio oraba y dichas oraciones subieron hasta los cielos las cuales Dios respondió revelando el instrumento que le predicaría el evangelio a él y su familia: Pedro.

3. La labor de predicación del evangelio nos toca a nosotros y eso es un gran privilegio.

Hubiese sido más fácil y mas rápido que el mismo ángel le predicara a Cornelio el evangelio. ¡Pero no! 2 Corintios 5:18 dice que Dios nos ha dado a los redimidos el ministerio de la reconciliación, no a los ángeles. ¡Qué enorme privilegio!

Cornelio no sabe porque el ángel le estaba pidiendo que enviara a buscar a Pedro, pero como buen soldado, él inmediatamente obedeció la orden y envió a dos de sus criados.

4. Una persona con verdadero temor de Dios busca obedecer a Dios independientemente de las circunstancias y del costo, como lo hizo Cornelio.

5. Usualmente, Dios está trabajando en mas de una persona al mismo tiempo para la realización de sus propósitos.

Dios le estaba hablando a Cornelio y a Pedro al mismo tiempo por medio de dos visiones distintas, pero unidas en propósito. Dios estaba trabajando en Cornelio para salvación y en Pedro para derribar una berrera de cientos de años (v.11-16).

6. Dios no acepta “un no” por respuesta.

En la visión, Dios ordena a Pedro a matar y a comer de los animales mostrados y Pedro responde con negación. El ángel tuvo que insistir con Pedro tres veces para que no llamara impuro lo que Dios había limpiado.

Dios no solo estaba trayendo una nueva visión para Su iglesia, sino que estaba formando un nuevo corazón en Pedro.

7. No llamemos impuro aquello que Dios ha limpiado.

En el caso de Pedro, estaba mal que llamara impuro a los alimentos que ya Dios se había declarado como limpios porque la aplicación iba más allá de la superficie: tenía que ver con no considerar a los gentiles como personas indignas.

Cuando los enviados de Cornelio llegan a Jope, se puede notar que Pedro ya había comenzado a cambiar porque él los invitó a entrar y los hospedó—algo que un judío jamás hubiese hecho. Muchas veces lo que nos impide ser hospitalario son prejuicios y una inversión de valores incorrectas con las cuales terminamos apreciando cosas que Dios no valora y rechazando a personas y relaciones que Dios ama profundamente.

8. Nuestra inversión de valores origina nuestros prejuicios como los tenía Pedro y el resto del pueblo judío contra el pueblo gentil.

Dios estaba rompiendo de una vez y para siempre con el prejuicio racial. Los judíos tenían sus valores invertidos. Ellos y nosotros tenemos que poseer una escala de valores radicalmente diferente a la del mundo o dejemos de llamarnos “el pueblo de Dios.”

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