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La gran comisión en ejecución

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Este domingo, el pastor Miguel Núñez predicó el sermón “La gran comisión en ejecución” basado en Hechos 11 como una continuación de la serie “Hasta los confines de la tierra”.

El libro de los Hechos es un libro acerca de la iglesia: su nacimiento, su crecimiento y su expansión. Nosotros vimos en capítulos anteriores como la Iglesia inició en Jerusalén y cómo se expandió hasta Judea y Samaria a partir de una persecución (Hechos 8). Aquellos que iban huyendo, iban compartiendo el evangelio con las personas con quienes ellos entraban en contacto. De manera que la expansión de la fe cristiana, no ocurrió tanto por la predicación “profesional” de los apóstoles, sino por el testimonio personal de la obra extraordinaria del Espíritu de Dios en personas ordinarias.

La unión de judíos y gentiles era algo que Dios estaba amalgamando. Mientras tanto, los judíos que quedaron en Jerusalén estaban en total desconocimiento de esta nueva revelación de Dios para Pedro y, en último caso, para el resto de la iglesia. Esto que le aconteció a Pedro, comenzó a correr y la noticia llegó a Jerusalén. El chisme llegó a Jerusalén primero que Pedro y eso creó un problema. Pedro no había tenido una sola oportunidad de explicar lo que Dios estaba haciendo como parte de la Gran Comisión que había iniciado, y ya estaba condenado. Al explicar lo ocurrido con Cornelio, finalmente hubo un cambio de actitud (v.18) al entender que Dios estaba haciendo algo nuevo.                     

Si quieres unirte a Dios en su plan de redención, primero tienes que estar dispuesto a someterte a los planes de Dios—Pedro obedeció a la visión y a la voz de Dios. Segundo, necesitas estar dispuesto a tomar riesgos—Pedro comió con gentiles. Tercero, tienes que estar dispuesto a ser rechazado y condenado como pasó con Pedro en Jerusalén. Finalmente, necesitas reconocer que Dios nunca nos pedirá permiso para saber si puede salvar a alguien de una manera que a nosotros no nos parece adecuada—como Pedro comiendo con gentiles siendo judío.

Cuando se desató la persecución, hubo creyentes que salieron corriendo y llegaron hasta ciudades que no eran predominantemente judías como Fenicia, Chipre y Antioquía. Antioquía era una ciudad crucial; era la tercera ciudad en importancia en todo el imperio romano después de Roma y de Alejandría. En aquella ciudad había 5 culturas diferentes representadas lo cual lo hacía el lugar ideal para el desarrollo de la Gran Comisión. Era una ciudad cosmopolita de mucha perversión, pero, en medio de esa corrupción, Dios planta una de las iglesias más importantes y exitosas (v.21) de toda la historia; allí nació el movimiento misionero. Estas grandes conversiones no ocurrieron por vía de la predicación de los apóstoles, ni líderes conocidos, sino por cristianos que huían de la persecución y compartían sus testimonios. Dios no necesita de grandes nombres para hacer grandes cosas porque Él por si solo es más grande que cualquier circunstancia u oposición.

A la iglesia en Jerusalén se le hacía difícil creer que una ciudad tan corrupta como la de Antioquía pudiera ser la receptora de la gracia de Dios entonces eligieron a la persona ideal para investigar: Bernabé. Al llegar, Bernabé no vio simplemente una gran cantidad de personas convirtiéndose al Señor, sino a “la gracia de Dios y al verla se regocijó” y luego “animaba a todos para que con corazón firme permanecieron fieles al Señor” (v.23). Dios estaba alcanzando a aquella población moralmente corrupta con Su gracia. Hay una sola forma de cómo esto podía ocurrir y es a través de la gracia de Dios que abre el entendimiento de los incrédulos para que puedan entender el evangelio.

Todos quisiéramos ser como Bernabé, ya que “era un hombre bueno, y lleno del Espíritu Santo y de fe” (v.24). Romanos 3 dice que no hay nadie bueno, pero en múltiples ocasiones la Palabra habla de hombres que fueron justos, humildes y en este caso incluso, buenos para hablar de personas que, aunque fuesen pecadores estaban caminando irreprochablemente en la vida cristiana delante de los hombres. La clave de Bernabé para llegar a ser un hombre bueno era porque estaba lleno del espíritu Santo y de fe, rendido a la acción del Espíritu que mora en él. Todo cristiano tiene la plenitud del Espíritu de Dios morando en su interior, pero algunos tienen más rebelión, resistencia y menos grado de rendición a su acción. Mientras que otros han llegado a ser hombres y mujeres rendidos a los propósitos de Dios, a través de quienes Dios se complace en hacer fluir Su gracia y Su poder hacia los demás.

Bernabé, en su humildad, al ver a tanta gente convertida en la iglesia de Antioquía, se percató de que no tenía los dones y talentos requeridos para disimular a toda esta gente entonces salió rumbo a Tarso para buscar a Saulo, o Pablo (v.25). Llegó a Tarso y tan pronto se encontró a Saulo lo trajo a Antioquía; se reunieron con la iglesia por todo un año enseñándole a las multitudes (v.26). El texto que leímos hoy concluye diciendo que a los discípulos se les denominó cristianos por primera vez en Antioquia.

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