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El Dios de toda consolación (Parte 1)

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Corinto es una ciudad del peloponeso, al sur de Grecia. Tuvo una gran prosperidad comercial desde la época clásica. Pablo fundó esta iglesia en su segundo viaje misionero y estuvo con ellos unos 18 meses. Antes de llegar a Corinto pasó por Atenas donde predicó acerca del Dios desconocido que ellos adoraban sin saber de quién se trataba. En esta ciudad, además de su prosperidad comercial, practicaban juegos atléticos, igual que los olímpicos de Atenas, pero los llamaban juegos del itsmo, con un anfiteatro con capacidad para 18,000 personas. Como ciudad cosmopolita, así como era de creciente su actividad comercial, así era de inmoral, con su atracción a la adoración de la diosa Afrodita.

Así como la ciudad, de igual manera era la iglesia, poco madura, con tendencia a la bebida y a las inmoralidades, hasta el punto que en la celebración de la santa cena muchos se emborrachaban con el vino y comían el pan para saciar el hambre, dejando a muchos sin este elemento.

Se sabe con certeza que Pablo había escrito ya tres cartas a los corintios ( dos de las cuales no fueron preservadas ), y en 1 de Corintios, que es la segunda de estas cartas, usó palabras enérgicas para corregir y enseñar. Una gran parte de la congregación respondió en el espíritu correcto, sin embargo, hubo quienes ponían en duda la autoridad de Pablo y cuestionaron sus motivos. Por esto, el propósito fundamental de esta segunda carta es afirmar el ministerio de Pablo y defender su autoridad como apóstol, así como refutar a los falsos maestros de Corinto, lo que deja de último por su espíritu humilde. Adicionalmente, y con lo que comienza la carta, es presentar a Dios como el padre de misericordias y Dios de toda consolación y, también, completar los detalles de la colecta que estaba promoviendo para los cristianos en Jerusalén que estaban en gran necesidad. Fue escrita alrededor de los años 55 – 57 de nuestra era, desde Macedonia.

En el inicio de esta carta se habla del consolador y de la consolación, por eso este mensaje se llama carta consoladora. Hoy se predicó sobre los versículos del 1 al 11 del primer capítulo, en los cuales se nos exhorta a ir directamente al trono de la gracia para obtener misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro en tiempo de dificultad. El Señor es capaz de dar paz a la conciencia turbada y de calmar las pasiones rugientes del alma. Toda consolación viene de Dios y da paz a las almas otorgando remisión gratuita de pecados, y las consuela por la influencia del Espíritu Santo. Además es capaz de dar esperanza y gozo en las aflicciones más pesadas. El envía consuelos suficientes para sostener a los que confían en El. 

Nuestro deber es no solo ayudarnos unos a otros con oración, sino en la alabanza y la acción de gracias, y por ellas, dar retorno adecuado a los beneficios recibidos. De esta manera, las pruebas y las misericordias terminaran bien para nosotros y el prójimo.
Pablo identifica a Dios como el consolador, el Dios bendito de toda consolación. Es también el padre de misericordias, de donde emana toda la misericordia que vemos diariamente, que va desde la eternidad pasada a la eternidad futura. 
La consolación significa estar al lado del otro. Ser el Dios de toda consolación implica que El está al lado nuestro en cada aflicción. Es alguien que es capaz de fortalecerme cuando estoy débil y abatido.

Dios trae una consolación perfecta. Nos consuela en cada una de las aflicciones por las que pasamos. Moldea Su consuelo a nuestras necesidades, la hace personal, paternal, particular. No hay debilidad que su gracia no pueda fortalecer. No hay enemistad que Su cruz no pueda sanar, sanó la nuestra con El.

El propósito de Su consolación es para que podamos consolar a otros con esa misma consolación. Estamos designados a consolar a hermanos que estén en aflicción. El Señor nos consuela para que consolemos a otros. Dios no hace nada sin propósito.

Dios a veces permite experiencias difíciles en nuestras vidas porque sabe que las necesitamos. El pasa Su mano sanadora y consoladora, y nuestra experiencia la usamos para consolar a otros. El quebrantamiento precede al uso. Dios quebranta primero al que usa con el propósito primero de ablandar su corazón.

Hermano, si has tenido experiencias dolorosas en tu vida, déjate usar por Dios para que puedas ser de consuelo para otros. Nadie mejor que tu para llevar consuelo aquel que está pasando por una situación similar a la que pasaste.

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