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¿Cómo luce un avivamiento?

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«Y con muchas otras palabras testificaba solemnemente y les exhortaba diciendo: Sed salvos de esta perversa generación. Entonces los que habían recibido su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil almas. Y se dedicaban continuamente a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión, al partimiento del pan y a la oración. Sobrevino temor a toda persona; y muchos prodigios y señales eran hechas por los apóstoles. Todos los que habían creído estaban juntos y tenían todas las cosas en común», Hechos 2:40-44

Habíamos dicho en la entrada anterior que un avivamiento puede definirse como una visitación especial del favor de Dios donde Él derrama su gracia sobre creyentes e incrédulos. Esto trae como consecuencia la conversión de muchos que hasta ese momento no habían creído, un aumento de la santificación del pueblo de Dios, y cambios cuantificables en los estilos de vida de aquellos afectados por este mover. Mencionamos además que, frecuentemente, períodos de avivamiento han ocurrido cuando el pueblo de Dios ha estado en malas condiciones espirituales. Algo similar es observado en el libro de los Jueces, donde identificamos 7 ciclos en un período de aproximadamente 350 años: El pueblo Hebreo se desviaba pecando contra Dios, era oprimido por otra nación, entonces clamaba a Dios y Él escuchaba, trayendo renovación y liberación a su pueblo, para luego volver a repetirse el ciclo.

Ya en el Nuevo Testamento, pudiéramos considerar el primer avivamiento de la iglesia a partir del día de Pentecostés, donde después de la prédica de un solo sermón, 3,000 nuevas personas fueron convertidas al cristianismo (Hechos 2:41 ). Este es un evento poco usual, quizás único en la historia de la iglesia. Durante este tiempo, una de las cosas que caracterizó al pueblo fue la presencia de un temor reverente hacia Dios, como vemos en Hechos 5:11 : “Y vino un gran temor sobre toda la iglesia, y sobre todos los que supieron estas cosas”. 

Cuando revisamos el sermón que Pedro predicó en aquella ocasión, nos percatamos de que fue un mensaje Cristocéntrico y Cruzcéntrico; y si hay algo que podemos decir de todo avivamiento es que la Palabra ha tenido una centralidad poco vista en muchas de las iglesias de nuestros días. Esa predicación durante los momentos de avivamiento ha sido osada, atrevida, confrontadora de la pecaminosidad del hombre y acompañada de una exaltación de la santidad de Dios. Nosotros no podemos ver toda nuestra pecaminosidad hasta no haber visto la santidad de Dios por lo que verdaderamente es.

Hoy en día se tiende a usar la palabra avivamiento simplemente cuando vemos a muchas personas acudir a una iglesia, pero donde muchas veces no encontramos ni la centralidad de la Palabra de que hablamos, ni el mensaje Cristo y Cruzcéntrico, ni la confrontación del pecado, ni el temor reverente hacia la santidad de Dios. Llamar avivamiento a algo que carece de las características anteriores no es consistente con las visitaciones de especiales de Dios en los últimos 2,000 años.

En la época de la Reforma, a partir de 1517, cuando Martín Lutero clavó sus 95 tesis en la catedral de Witenburg, Europa se vio arropada por un movimiento de avivamiento que llegó a cambiar ciudades y naciones. El reformador John Knox llegó a decir que la Ginebra de la época de Juan Calvino era “la escuela de Cristo más perfecta desde el tiempo de los apóstoles”. Escocia, como nación, adoptó una confesión de fe evangélica, que llegó a ser hasta promulgada de manera oficial. Este avivamiento europeo cruzó el océano, y ya para los años 1730’s se habla en Estados Unidos del primer Gran Avivamiento, encabezado primordialmente por Jonathan Edwards, quien predicó su sermón más famoso “Pecadores en manos de un Dios airado” el 8 de Julio de 1741, en Enfield, Connecticut. Se cuenta que aquel día las personas cayeron al suelo llorando de arrepentimiento, y hasta dándose golpes en el pecho por la profunda convicción de pecado que cayó sobre la congregación.

Una vez más, pudiéramos enfatizar el hecho de que para el año 1730, inmediatamente antes del primer Gran Avivamiento, la iglesia vivía una condición de apatía, y Dios produjo aquel gran mover en rescate de su pueblo. Para los que no conocen a Jonathan Edwards, él ha sido catalogado por la Enciclopedia Británica como el académico más grande en la historia de Estados Unidos, y a la vez considerado uno de los teólogos más brillantes, además de ser pastor de una iglesia. La otra figura importante de este avivamiento fue George Whitefield, un predicador inglés de origen anglicano, pero que fue usado por Dios para predicar en múltiples denominaciones. Whitefield llegó a viajar a Gales, a Inglaterra, a Escocia (14 veces) y a Estados Unidos (7 veces). En 1740, Whitefield estuvo en Estados Unidos por 42 días, y en ese tiempo predicó 175 sermones. De él se dice que llegó a predicar a audiencias de 20,000 personas sin un micrófono. Cuando Dios se mueve, todo a nuestro alrededor se mueve.

Como podemos ver, los avivamientos tienen características particulares que pudiéramos resumir:

  1. La centralidad de la Palabra.
  2. Mensajes Cristocéntricos y Cruzcéntricos.
  3. Confrontación del pecado.
  4. Un despertar hacia la santidad de Dios.
  5. Un gran número de nuevas conversiones.
  6. Cambios en los estilos de vida de personas, poblados, e incluso ciudades.
  7. Personas particulares usadas por Dios.

Dado todo lo anterior, debemos hacernos la pregunta, ¿Creemos nosotros que la iglesia latinoamericana de hoy en día se encuentra en condiciones de avivamiento?

En mi opinión, creo que en ocasiones encontramos señales muy tempranas, en ciertos círculos, que pudieran significar que Dios ha comenzado a moverse en medio de su pueblo. Pero creo que si vamos a ver algo similar a lo que la historia de la Iglesia nos ha mostrado, todavía necesitamos ver un despertar de la predicación expositiva de la Palabra, que enfatice la cruz, el llamado al arrepentimiento, y la santidad de Dios. En adición, necesitamos mucha más oración de la que hoy tenemos en medio del pueblo, y un nuevo mover en el ámbito de la adoración, que nos traiga nuevas composiciones, menos sentimentales y más doctrinales. Las canciones no producen avivamiento, pero sí son el resultado de un Dios que ha comenzado a manifestarse y a revelarse al hombre de una forma más grande y más clara. Oremos todos para que Dios tenga misericordia de todos nosotros en Latinoamérica, y para que la predicación expositiva de la Palabra vuelva a ocupar su centralidad en los púlpitos, como la tuvo en los tiempos pasados.

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